Si estás en un club, acepta las condiciones

La huelga de transportistas ha puesto de manifiesto la bipolaridad de la sociedad europea, en general, y de la española,[…]

La huelga de transportistas ha puesto de manifiesto la bipolaridad de la sociedad europea, en general, y de la española, en particular, con respecto a un sistema económico que no acabamos de entender: nos sentimos satisfechos y ufanos en épocas de vacas gordas, gracias a una generación de riqueza que no tiene límites; pero acudimos a "papá" Estado cuando las cosas no pintan tan bien.

El Gobierno no puede, ni debe, fijar unas tarifas mínimas para el consumo de transportistas, porque el mercado de libre competencia y de circulación de capitales, bienes y personas está instaurado en la Unión Europea desde hace años. Las directivas sobre transporte dejan un margen de movimiento mínimo a la Administración española. Además, si se aceptara: ¿quiénes serían los próximos? ¿taxistas? ¿agricultores? ¿pescadores? El problema es que seguimos sin entender las bondades y debilidades de un sistema que no tiene vuelta de hoja. ¿Alguien pedía ayuda cuando los márgenes de beneficios del sector de distribución se llegaban a duplicar cada ejercicio?

Tampoco es sólo un problema de mentalidad. La Administración debe ser consciente de que un país con 45 millones de habitantes y más de 550.000 metros cuadrados no puede depender, casi exclusivamente, del transporte de mercancías por carretera. Foméntese la construcción de líneas de alta velocidad de mercancías, liberalícese totalmente este mercado, para que, además de RENFE y alguna otra operadora privada, como la gestionada por ACS o Acciona, entren en un mercado en el que el tren pueda ser una alternativa más económica, útil e incluso ecológica que las carreteras. Ahí está el ejemplo francés y el alemán para mirarnos un poco más en nuestros vecinos.

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