La libra, a un euro

No soporto los nacionalismos. Y menos aún los nacionalismos económicos. Sobre todo cuando, además, se cargan de parafernalia a falta[…]

No soporto los nacionalismos. Y menos aún los nacionalismos económicos. Sobre todo cuando, además, se cargan de parafernalia a falta de argumentos. Todavía recuerdo esas patéticas imágenes de individuos bigotudos y/o patilludos, disfrazados con chisteras y trajes tejidos con la Union Jack, paseándose por las calles de Londres con carteles contra el euro y en defensa de su sacrosanta libra esterlina. Como si el honor del viejo imperio británico dependiera de su papel moneda.

Diez años después, su maravillosa esterlina se ha depreciado un 27% frente al euro, y ahora casi cotiza en la paridad. Es decir, una libra, un euro. Ese 27% es lo que los "holligans" de la libra, quienes les apoyaron desde sus instituciones y, en general, todos los británicos han perdido en diez años sólo por depreciación de su moneda. ¿Qué han ganado a cambio de mantenerse encastillados en la libra? La verdad, no se me ocurre casi nada, salvo quizás cierta independencia para mover sus tipos de interés (en vez de al son del Banco Central Europeo, lo han hecho al toque de corneta de la Reserva Federal americana). Han tenido crecimiento, inflación, burbuja inmobiliaria y, finalmente, recesión económica como todos los demás países europeos... pero de un modo más acusado que en la mayoría. Con la diferencia de que, al balance final de esta década, deben "restarle" la fortísima depreciación de la libra frente al euro. Sin olvidar el lucro cesante de pensar que el euro hubiera sido seguramente aún más fuerte si hubiera acogido en su seno, desde el principio, a la divisa británica.

El euro cumple diez años dándole este revolcón a la libra, otro similar al dólar y, sobre todo, celebrando con creces el mayor objetivo que promovió su creación: aportar estabilidad económica a la eurozona. Cierto: no nos aísla de las crisis, pero nos da cierta tranquilidad; no nos permite hacer devaluaciones competitivas, como cuando utilizábamos la peseta para cuadrar nuestras cuentas exteriores, pero... si la libra ha caído un 27% frente al euro, ¿se imaginan qué le hubiera pasado a la peseta?

Que tomen nota los euroescépticos. Y felicidades a Eslovaquia, convertida desde el 1 de enero en el decimosexto socio de la eurozona, quince años después de separarse de una República Checa que ahora preside la Unión Europea pese a estar dirigida por declarados euroescépticos, en la sonrojante tesitura de dirigir durante los próximos seis meses algo en lo que no creen del todo (¿no es patético entrar en un club en el que no se quiere estar?), mientras ven cómo sus vecinos les ganan por la mano y ya están en el euro.

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