La economía colaborativa forma parte del capitalismo consumista, dice experto

La economía colaborativa surgida al calor tecnológico de Silicon Valley lejos de promover una cultura igualitaria y ecológica contraria al[…]

La economía colaborativa surgida al calor tecnológico de Silicon Valley lejos de promover una cultura igualitaria y ecológica contraria al capitalismo consumista, no es más que otra cara de un sistema económico ya conocido que le ha llevado "allí donde jamás hubiera podido llegar sin internet".

Lo afirma en su libro "Off the road" (Ariel) el veterano periodista licenciado en la London School of Economics Andy Robinson, que explica que multinacionales de la economía colaborativa como Airbnb o Uber se han aprovechado al mismo tiempo de la búsqueda de otras formas de consumo por parte de la ciudadanía y de la abundancia de capital riesgo procedente de la política expansiva de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).

En una entrevista con Efe, el autor critica el modelo de negocio pretendidamente contracultural de unas empresas cuyos fundadores han amasado grandes fortunas y no dudan en buscar la forma de evitar el pago de impuestos con la justificación de que "así es como funciona el capitalismo".

A juicio de Robinson el consumo colaborativo solo supone una alternativa cuando es promovido desde "lo pequeño, lo local" y cuando está impulsado por las administraciones públicas.

Como ejemplo pone el estado de Vermont, referente en Estados Unidos para los movimientos ciudadanos y caracterizado por una mezcla de idealismo, progresismo ecologista y rechazo al poder político y económico, en el que se ha puesto en pie una economía más sostenible, centrada en la producción local y donde se ha popularizado el trueque y los bancos de tiempo.

En el extremo contrario sitúa la ciudad de Las Vegas, paradigma de las atrocidades de un sistema que genera desigualdad "y conduce al mundo hacia la catástrofe climática".

El periodista hace hincapié en que el capitalismo no solo es nocivo desde el punto de vista social, sino también incompatible con la supervivencia del planeta, ya que implica el derroche de los recursos naturales para perpetuar un estilo de vida insostenible.

Robinson cuenta cómo en paralelo a la defensa de ese estilo de vida ha surgido en Estados Unidos el negacionismo climático, cuyos defensores exhiben pegatinas de "I love CO2" en sus todoterrenos y reclaman que en las escuelas se den "explicaciones científicas alternativas al cambio climático", de la misma forma que se enseña la teoría de Adán y Eva, incorporada por los creacionistas.

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Su libro hace una descripción un tanto apocalíptica, pero también algo esperanzada, de un país en el que el capitalismo más furibundo ha generado unas desigualdades sociales tan enormes que amenazan con hacer saltar el sistema por los aires.

Esta situación ha creado un "terremoto político" que ha permitido que surja una nueva izquierda, personificada en Bernie Sanders -que le disputa a Hillary Clinton la candidatura demócrata a la presidencia del país- con un discurso poco habitual en defensa de los derechos laborales y de medidas tributarias para combatir la desigualdad.

No obstante, la conciencia de clase también es el centro del discurso del aspirante republicano Donald Trump, aunque en su caso utiliza un "discurso de resentimiento" con tintes xenófobos para atraer a aquellos cuyo nivel de vida ha caído en picado durante la crisis.

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"Lo deprimente es que es casi imposible que gane Sanders", lamenta Robinson, que recuerda que el político procede precisamente del estado de Vermont.

En su opinión, la batalla en las presidenciales de noviembre ofrecerá "la peor y más desoladora de todas las opciones", Donald Trump frente a la candidata del "establishment" demócrata a sueldo de Wall Street, lo que supondrá "la guerra entre blancos pobres y negros e hispanos aún más pobres".

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