El G-7 se enfrenta a sus mayores temores

Los líderes de las siete economías más importantes se reúnen en Japón preocupados por la economía mundial 

6 de agosto de 1945. Hace calor. Son las ocho de la mañana y el sol ya golpea con fuerza en un típico día de verano en Hiroshima. En la lejana Potsdam, los aliados determinan las condiciones de la rendición de Japón, cuyo territorio es bombardeado día tras día por los B-29 estadounidenses. Pero eso no impide que vuelvan a sonar las alarmas antiaéreas. En este caso, sin embargo, la bola de fuego que se forma en el cielo y el gigantesco estruendo que provoca certifican que no es un bombardeo cualquiera: con una capacidad destructiva equivalente a la de 12.500 toneladas de TNT, los 50 kilos de Uranio-235 de 'Little Boy' han hecho explosión a 580 metros del suelo. La temperatura sobre la superficie en ese punto alcanza los 3.000 grados. Todo en un radio de varios kilómetros comienza a arder. Acaba de caer la primera bomba atómica utilizada en un acto de guerra.

Tres días después 'Fat Man' es lanzada sobre Nagasaki y el 15 de agosto el emperador de Japón anuncia la rendición del país del Sol Naciente. Ambas bombas atómicas terminarán dejando casi 200.000 muertos, muchos de ellos fallecidos tras una larga agonía que se detalla a la perfección en el Museo de la Paz de Hiroshima. Dentro, cientos de visitantes recorren sobrecogidos el relato de quienes perdieron la guerra con una terrible tragedia. Hoy, Barack Obama será uno de ellos. Se convertirá así en el primer presidente estadounidense que visite el lugar. Pero no pedirá disculpas. «Servirá para honrar a todos los fallecidos durante la Segunda Guerra Mundial», dijo el miércoles poco después de aterrizar en Japón. «Y reafirmará nuestra visión compartida de un mundo sin armas nucleares».

La primera persona del plural se refiere a los otros seis jefes de Estado que le acompañan en la pequeña localidad de Ise-shima, donde se celebra hasta hoy la cumbre anual del G-7. Las siete economías democráticas más importantes se reúnen para debatir sobre el rumbo de la economía mundial, que preocupa, y sobre los diferentes retos globales que surgen en un orden mundial muy diferente al que representa este grupo. Se preveía que China estuviese muy presente en la agenda de los dirigentes, pero Obama sorprendió ayer al afirmar que hay otro elemento que provoca todavía más miedo: Donald Trump.

«(El resto de los dirigentes) no saben muy bien si han de tomarse en serio algunos de sus pronunciamientos, pero están preocupados por ellos. Y con razón», afirmó. «Porque muchas de las propuestas que ha hecho son una muestra de su ignorancia sobre asuntos exteriores y su falta de caballerosidad, o bien reflejo de un interés por lograr 'tuits' y titulares». Al parecer, la posibilidad de que el candidato republicano alcance la Casa Blanca es más preocupante que el programa nuclear norcoreano o la tensión en el Mar de China Meridional.

En cualquier caso, los líderes del G-7 decidieron ayer enviar un sutil mensaje tanto a Pekín como a Pyongyang. Lo hicieron aceptando la visita que propuso el primer ministro nipón, Shinzo Abe, al sagrado santuario sintoísta Ise Singu, que es considerado un bastión del nacionalismo nipón a pesar de que no cuenta con el controvertido tono belicista del templo de Yasukuni en Tokio. Las fotografías de los siete mandatarios en el santuario muestran la sintonía con Abe y suponen, de forma implícita, su apoyo en el contencioso que enfrenta al país nipón con China.

«Posición imparcial»

Así lo ha entendido también Pekín, que ayer mismo exigió al G-7 que se abstenga de interferir en los asuntos relacionados con las disputas sobre la soberanía de varios grupos de islas que enfrentan a China con media docena de países asiáticos. «Sus líderes deben mantener una posición imparcial y justa en vez de poner en práctica dobles morales o la mentalidad de las alianzas», afirmó el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi. «No queremos ver discusiones que puedan exacerbar la tensión en la región», sentenció.

La prensa oficial china también arremetió contra el G-7. «Si el grupo no quiere hacerse obsoleto, e incluso afectar negativamente a la estabilidad mundial, lo mejor que puede hacer es dejar de apuntar con dedo acusador a otros y preocuparse de sus propios problemas», escribió la agencia Xinhua en un artículo.

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Y eso último también lo están haciendo en Ise-shima, porque la situación de la economía mundial no es especialmente boyante. «Tenemos todos mucho trabajo por hacer y hemos acordado continuar centrando nuestros esfuerzos en que cada país, según sus necesidades y su capacidad particulares, hagan lo posible para acelerar el crecimiento económico», afirmó Barack Obama tras una de las reuniones. El presidente estadounidense, además, hizo hincapié en que no sólo es necesario proporcionar trabajo a la población: «También hay que aumentar los salarios», afirmó.

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