Nadie, en el arranque del ejercicio, podía imaginarse que a estas alturas del curso bursátil, los inversores que apostaron por la renta variable iban a acumular una rentabilidad tan holgada. Sobre todo porque las perspectivas con las que se abría el año no eran las mejores como para esperar retornos de cerca del 15 por ciento. Hay que recordar que Donald Trump venía de ganar contra todo pronóstico las elecciones de Estados Unidos y la expectación y los temores crecían al mismo tiempo con su toma de posesión en enero. Era el aperitivo que daba paso a otras citas electorales calificadas como trascendentales, las que tenían lugar en Holanda y en Francia, y otra que se convocó de manera inesperada, la del Reino Unido, y que también contribuía a aumentar el grado de incertidumbre.
En el caso español, la situación era aún más complicada con la inesperada liquidación del Banco Popular, un valor pura sangre del Ibex-35, que dejaba en la estacada a más de 300.000 accionistas.
Pero la Bolsa española supo lidiar con esta crítica situación y con todo el ruido que se está generando a su alrededor. Porque cada día que pasa crece el enfado que tienen los accionistas del Banco Popular, que no entienden la doble vara de medir de la CNMV con su banco y Liberbank en la decisión de prohibir las posiciones cortas y asisten perplejos a las explicaciones del presidente del organismo supervisor, Sebastián Albella, que lleva varios días tratando de justificar lo injustificable.
Y para complicar más todo, hemos visto cómo las nuevas reglas europeas que se aplicaron para el banco español se las acaban de saltar a la torera dos bancos italianos. A tenor de cómo se han desarrollado los acontecimientos no parece que la solución del Popular, como decían, marque los futuros rescates bancarios europeos. En tan sólo 15 días, las autoridades comunitarias han quedado en evidencia. Las reglas no son iguales para todos.